Pues ha llegado esa época de ocurrencia indefinible, pero que generalmente supera el año entre sí, en la que me inspiro para hablar de otras cosas diferentes a sólo Metal. Y en esta oportunidad voy a tratar de expresar mi opinión respecto a algo que está en el ambiente, que hace mucho dejó de producir sólo picazón para convertirse en una verdadera metástasis y es la situación actual de la música, la industria, los músicos, las bandas, los fanáticos y cómo todos ellos nos relacionamos... sin pretender hacer un estudio completo ni mucho menos científico, les dejo aquí lo que es mi perspectiva sobre lo que sería una respuesta a la pregunta ¿hacia dónde vamos?
Cuando hablo en plural y me pregunto qué nos encontraremos en este camino, quiero aclarar que no me refiero tan sólo al Metal y sus fanáticos, sino a la música en general y quizás, hasta al arte como un todo.
Primero salgamos de lo evidente para sentar el tono: no sólo la 'industria musical' ya no es lo que era hace veinte años, está claro que
jamás volverá a serlo. El porqué tiene varias posibles explicaciones y entre ellas hay quienes consideran como una verdad incontrovertible que fue la Internet la que vino a cambiar todo, pero yo creo que no, que nace más atrás. El fin comenzó desde que vio luz el mayor adelanto en sesenta años de la industria musical: su manera de entregar el producto al consumidor, el Disco Compacto... (no por esto es el regreso del acetato, pero tampoco es para complacer a los audiófilos). ¿Pero por qué? Pues porque apenas cinco años después de que en 1982
Sony comenzara a vender sus primeros reproductores de CD, ya en 1987
Philips estaba
comercializando su grabador. A partir de ese día sólo hizo falta comprar un disco original para que pudieras compartir copias con todos tus amigos... la red realmente no llegó a ser verdaderamente omnipresente en las casas sino hasta alrededores del 2000, o sea, trece años después.
Claro, cuando llega La Red y su más importante aplicación para compartir música en ese momento,
Napster, ya todo se había consumado, habíamos cruzado el Rubicón. Recuerdo claramente como durante los dos años cortos que duró la euforia, hasta mi suegro, que en su vida había tocado un PC, descargó todo lo que la cabeza le daba para acordarse... no hubo, ni iba a haber ya, vuelta atrás. A partir de ese momento las ventas de discos físicos
cayeron un 80% o más. Las consecuencias no fueron tan 'impredecibles' como algunos dicen, -estaba claro que el monstruo estaba vivo y se iba a comer a todos-, me parece más ajustado a la realidad decir que las consecuencias fueron más bien 'terribles'... pero no siempre para mal -al menos en principio-, pues desde la perspectiva del público, por primera vez accedía a la música sin pagarla. Aunque todavía estamos esperando para ver más claramente el sitio al que nos llevarán las diferentes fuerzas que están movimiento, ya han habido evidentes cambios en el paisaje, algunos muy dolorosos, pero otros geniales.
Otro hecho incontrovertible antes de seguir: Hace mucho no se hace dinero con la música. Si... claro, si te llamas Adele o Michael Jackson o Queen, todavía estarás ganando (dos de los tres en el ejemplo ya no existen, ojo), pero para la enorme mayoría de los músicos y bandas, esto no sólo es una verdad lapidaria, es el mayor obstáculo para desarrollar su carrera, incluso obligarlos a dejarla. Aunque todavía algunos sectores se beneficien del negocio de la música (agentes, productoras, empresas de grabación, etc.) ni siquiera ellos podrían comparar lo que significaban en materia de ingresos aquellos verdaderos 'productos' cuyo único objetivo era vender cinco millones de copias (número mágico en 'la industria'), para luego descartarlos, reciclarlos, reempacarlos y reiniciar el proceso.
Entonces, ¿cuales son las consecuencias? Bandas, músicos, trovadores y cantantes intentan llegar y consolidarse sin casi respaldo comercial, debiendo en muchísimos casos sentirse afortunados de presentarse en algún programa o escenario que, a veces incluso sin pagarles y en casos no tan inusuales, cobrarles, les dan el espacio físico para expresar su arte. Es usual leer o conocer historias de bandas o individualidades, algunas excelentes, que año tras año, no sólo no han ganado lo suficiente para procurarse un sustento digno, sino que tienen que compartir su tiempo con quehaceres mucho menos etéreos y trabajar de oficinistas, albañiles y panaderos, o lo que sea, para subsistir. Por nombrar un ejemplo reciente, el de
Sinead O' Connor, una de las mejores cantantes de su época, quien se quejaba de sólo haber
ganado 500 euros luego de tres conciertos. ¿Que quedará para el cantante del bar local?
Pero hay que observar las reacciones naturales que esta situación ha producido y convenir en que lo que está pasando no parece ser el reacomodo final, ni del arte, ni de los involucrados, sino apenas una fase más en el camino que llevará a la definición de los nuevos paradigmas... ¿Qué establece la nueva forma del relacionamiento entre la generalidad de los artistas y la mayoría del público? Para mi es, principalmente, la inmediatez. Cada vez menos hay desarrollo de artistas, ahora todo el impacto y fuerza de un -digamos- cantante se presenta de inmediato, en el curso de una o muy pocas presentaciones. Por eso el fenómeno de los shows 'idol' o 'factor'... llegó el señor, cantó, impresionó, ganó, -quizás- sacó un disco y terminó el ciclo, vamos al inicio nuevamente... y aunque me digan que Carrie Underwood haya logrado romper el círculo, ese tipo de excepciones son más bien una confirmación de la regla. Acuérdense de que estamos hablando no de esos casos excepcionales, sino de los miles o decenas de miles de excelentes (pero también regulares y mediocres) cantantes, bandas y músicos que no logran superar -si acaso- más de uno, dos o tres discos y que hay que comparar con los años cuarenta hasta mitad del dos mil donde hasta los malos sobrevivían, en un ambiente en el que además la norma eran veinte, treinta o más años de carrera.
La segunda reacción natural es la de la vuelta a lo básico, a la gente. En todos los géneros, pero puede que quizás más especialmente en el Metal, las bandas que logran mantenerse de alguna manera en el gusto de sus seguidores y contar, en consecuencia, con algo de su apoyo material (¡la plata, pues!), son aquellas que están cerca de ellos. Y por paradójico que parezca, la manera para que una banda de Folk escandinavo sueca pueda establecer una relación que a veces parece casi personal con ese querido seguidor en Tokio o en Calahorra de la Reina, a través de
Facebook,
Instagram o
Twitter, es usando la misma red por la que ese desagradecido va a descargar el disco que esperaba ser vendido por 8 dolares en
Bandcamp... esto es todo un nuevo paradigma, el cual dista mucho de ser ideal desde la perspectiva del negocio, pero es donde más claramente hay obligación de aplicar aquello de que "si la vida te da limones, haz limonada!"
Una tercera reacción natural a la nueva realidad del arte es la obligación de brillar el doble, aunque vayas a durar la mitad (
Blade Runner dixit). Lo que vayas a hacer, hazlo bien, hazlo pronto, ponlo todo en la entrega y no te guardes nada para el próximo disco, ni siquiera para el próximo concierto, porque lo más fácil es que no llegues a ver ese día. Antes, digamos,
Julio Iglesias o
AC/DC podían darse el lujo de no mostrar todo el material de primera línea del que disponían, porque "...había tiempo..., ...en el próximo disco lo hacemos..." ya no. La facilidad de acceso al material y las cantidades increíbles de nuevos artistas que salen de debajo de las piedras a diario crean un efecto llamado
infoxicación... o como decimos por aquí, 'mucho con demasiado' que causa que si esa banda no logra el cometido de atraer la atención en los cuarenta minutos que dura en promedio un disco (teniendo la fortuna de que te escuchen completo)... pues podrás imaginarte lo que durarás en el recuerdo si ya era difícil en primer lugar, tan siquiera grabar. Con todo lo que hemos hablado es claro que el destino que les espera al 99% de los artistas es, cuando menos, incierto... no hablemos de géneros underground. Ahí no sorprende que los números de venta de ciertas bandas, consideradas incluso 'famosas', no superen las mil copias a nivel mundial, aunque he oído de gente del medio quejándose por no haber vendido veinte... veinte.
Hay muchos otros cambios en la realidad de la música de hoy. No voy a entrar a desarrollar todos, mayormente porque los aburriría, se me olvidarían algunas y desconozco todavía mucho de la situación de la música como negocio, acuérdense que esto no pretende ser un análisis científico, sólo hablo desde mi experiencia como consumidor de música y lector ávido. Pero ciertamente en estos mismos nuevos paradigmas se debería encontrar -salvo imponderables, como el desarrollo de una nueva tecnología- la respuesta a lo que luce como un momento muy difícil para la industria musical, pero especialmente para sus protagonistas, los artistas.
Más allá de las soluciones actuales, muchas deficientes y en el mejor de los casos solo parciales y que sólo han conseguido hasta ahora la supervivencia mínima de la gran mayoría de las bandas, como la venta de merchandising, cada vez más presentaciones en vivo, las descargas de sitios de pago, los meet 'n greet, la publicidad below the line y esas cosas, el tiempo ha demostrado que son sólo paños calientes, medidas insuficientes para que todos sigan jugando el juego y mucho menos para volver a los tiempos dorados de las fortunas y excesos de las bandas famosas, ahora fenecidas o con setenta y pico de años como edad promedio de sus integrantes... pero que se siguen creyéndose vigentes.... quizás lo están y ello sea otra de las contradicciones del sistema.
Vamos a abrir un paréntesis aquí y 'ayudar' a la industrial musical a hacer un mea culpa y permítaseme el exabrupto: ¡Nos chuparon la sangre durante décadas, no les importó y se lo tienen merecido!... gracias por el momento de desahogo. Sin entrar a considerar si es cierto que hay una corriente 'illuminati' en sus filas (seguro que si :), todas esas empresas se cansaron de vendernos, a precios exorbitantes sus productos, con el mínimo de calidad en muchos casos e inconfesables márgenes de ganancia que -claro- tenían que colapsar (realmente no tan 'claro', pero que carajo, disfrutemos del momento de justicia porque la corriente puede volver a cambiar). Un disco, deme veinte dólares, tenga un one hit wonder, el resto relleno, por supuesto, cero desarrollo del artista, si es que acaso no es resultado o 'producto' de una consola de grabación de última generación y un buen peluquero... repítase ad nauseam.... luego inventaron algo mejor: el disco single... ya ni siquiera hay que meterle relleno, el tema de éxito, su versión en instrumental y venga, quince dólares más. ¡Carajo, cómo les dio plata el invento! Por eso cuando las aguas purificadoras del Internet llegaron para arrastra y limpiarlo todo también nos entró un fresquito, una para el lado de los buenos... auqnue en el proceso de purificación haya cargado con tirios y troyanos... ¡Y eso que las compañías lo vieron venir! Incluso mucho antes del Internet -cuando llegó el CD ya lo intuían- y no supieron interpretarlo, ni quisieron cambiar, menos aún dedicarle algo del tiempo que iban a perder en no ganar dinero. Y lo que más impresiona es que todavía hoy hay quienes creen que el estilo es sostenible y quieren que todo vuelva a ser como era: venga, ahora a comprar descargas, un dólar por canción!... o sino, ustedes son los nuevos piratas. ¿¿¡¡Nosotros somos los piratas!!?? Pues no, lo que llegó era algo más grande que ellos... a jodernos todos por su filosofía "mía o de nadie".
Pero no he respondido a la pregunta que da origen a este humilde y empírico ensayo. Je!, pues la verdad no se a donde vamos, pero me lo supongo. Al final quizás le den un nombre al modelo que surja de este tránsito, me gustaría llegar a verlo para comprobar que no estaba equivocado. No tengo dudas de que el mundo del arte, de la música en este caso, se parece mucho a un ser vivo, con partes, con componentes orgánicos como son los músicos, compositores, artistas y público... somos un todo y como tales nos aplican algunas leyes que rigen el mundo de los seres vivos. La primera, quizás la más fundamental, la definió Darwin aunque la acuño Herbert Spencer, la supervivencia del más apto: ojo, no estoy diciendo 'la supervivencia de las mejores bandas', sino de aquellas que mejor se sepan adaptar al nuevo ambiente y como ocurre en la naturaleza, a aceptar y hacerse uno con los cambios. Generalmente no necesitarán sino pequeñas adaptaciones, un mejor entendimiento de la realidad. Pero ¿Cómo se come eso? Cada quien tendrá su experiencia particular, no puedo saberlo, pero por alguna razón intuyo que las bandas del Metal están mejor preparadas, se saben menos mainstream, siempre han tenido que sobrevivir a la hostilidad de lo comercial, tienen menos vergüenza de apoyarse en sus seguidores, hay menos prurito si se ensaya en un sitio pequeño y si para grabar se utilizan las herramientas que la nueva tecnología ofrece... dos personas, una computadora, un programa, pocos instrumentos y cables y tienes un disco como "
Echoes Of Battle" de
Caladan Brood... si, puede que esté sobre simplificando, pero aquí hay una clave.
La aplicación de la máxima de Einstein que sugiere no esperar resultados diferentes si siempre se hace lo mismo es también una guía en momentos de crisis y está pasando: el Crowfunding, el Patronage, el Microinvestment, toda una nueva terminología y ética cuyo fin es el de obtener, no sólo financiamiento para la realización de un nuevo disco o de una gira, sino para el mismísimo mantenimiento económico de los músicos (si, para ayudarles a llegar a fin de mes)... eso está dando resultados, pero no a cualquiera, hay que volver a lo básico: ¿eres bueno? ¿entregaste lo que ofreciste? ¿fuiste novedoso? ¿traes más de lo que te quieres llevar?
Entender y aceptar también que, aún cuando continúen existiendo contadas excepciones, algunas incluso muy meritorias, la industrial musical no va a volver a ser lo que fue nunca más es fundamental, punto. Quizás los gobiernos y mejor aún, los Estados, en forma masiva (no solo siempre Finlandia, coño) reconozcan que el arte también alimenta y que arte no es sólo Picasso o U2, también hay arte en el ritmo, la alegría, la agresión, la fuerza, las guitarras afiladas y los ritmos frenéticos (tengo que tirarle algo al Metal, ¿o no? :-)
Una de las más difíciles respuestas está en el desmontaje de la cadena de chupasangres del aparato empresarial en torno a la música. Sin ninguna intención de sonar socialistoide -nada más alejado-, me parece absurdo la cantidad de alcabalas, cobradores, managers, bouncers, personajillos de baja clase, intermediarios, PRs, webmasters, manejadores de redes sociales y un largo etcétera, que se lucra del trabajo que cuatro o cinco musiquitos realizan, como si el sonido de los billetes fuera musical (con excepción de Money de Pink Floyd... of course). Quizás en una legislación mundial más clara y más a favor del arte esté la clave, al menos temporal y más definitiva si se incorpora más el amor a la belleza estética en la educación formal... y con mayor transparencia también podríamos mejorar... un cambio de visión general, digo.
Por último, agradeciendo a quien haya tenido el aguante para llegar hasta aquí, creo firmemente que la respuesta de a dónde va hoy la música y con ella, la enorme felicidad que a todos los seres humanos nos produce un buen acorde tras otro, la conoceremos cuando los artistas finalmente se reconozcan en su público y el publico realmente se reconozca en sus artistas y entre ambos aceptemos la imprescindible necesidad que tenemos los unos de los otros para continuar existiendo con el carácter de cada cual y actuemos en consecuencia, el artista entregando lo mejor de sí cada vez y el público respaldando materialmente a su artista, en compensación por el buen rato... o un día nos vamos a quedar los unos sin los otros, o peor, sólo con Kim K y Miles C... y con Justin B... señor.
Alfonso \m/